
A propósito de aquellos lugares propicios para encuentros dignos de una novela, Milenio publicó un artículo que reflexiona sobre esos sitios y, específicamente, sobre las librerías como lugar ideal para esos encuentros novelescos.
Hay lugares que determinan los encuentros. Suele creerse que en los trenes ocurren historias infinitas entre desconocidos que conversan en uno de sus compartimentos. Los hoteles propician aventuras cotidianas y en mesones y tabernas se suceden muchas de las conjuras que conforman el Quijote de Miguel de Cervantes. Una peluquería convoca a diario a reuniones insospechadas. También en una librería se cumplen con frecuencia encuentros inesperados.
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Aunque habitadas por lectores ensimismados, bibliófilos recelosos, estudiantes ocasionales y libreros huraños, no resulta extraño que en las librerías ocurran encuentros como el que Burckhardt recreó en Una mañana entre libros, en los que las pláticas espontáneas evocan ineludiblemente volúmenes queridos, que acaso pueden estar ocultos en las estanterías que propiciaron el encuentro, y las cuales derivan con frecuencia en anécdotas literarias, curiosidades históricas y referencias geográficas que aluden a esas anécdotas y a esas curiosidades. El librero, que suele mantenerse reservado, se muestra entonces como un anfitrión generoso que, sin proponérselo, ha convocado a una conjura fortuita.”
La hospitalidad del librero, Javier García-Galiano, Milenio 27/8/8
Y a propósito de este texto, si ustedes son lectores empedernidos y apasionados visitantes de librerías, no pueden dejar de visitar el blog de Regina exlibris, entusiasta librera con algo de vocación de antropóloga.
Y ustedes ¿tienen alguna anécdota o aventura libresca?